La joven caminaba por el borde de un maravilloso acantilado, el mar rugía con fuerza al golpear contra las rocas, el viento movía su largo cabello negro y hacía bailar su vestido. Ella siempre se había caracterizado por la paciencia nunca le importaba esperar por los demás, pero ese día su piel se erizaba con cada segundo que pasaba. Pensaba en ella, ya había pasado un año desde la última vez que se vieron, pero ese era el trato un día y una noche una vez al año para poder estar juntas. Vio como el sol comenzaba a salir en el horizonte, ese era el momento en el que ella llegaría. Miró hacía el camino del faro y entonces la vio. Llevaba un maravilloso vestido blanco que caía en cascada sobre su cuerpo perfecto, como siempre su rostro alegre y cálido llenaba de vida cada rincón. Corrieron la una hacia la otra y se fundieron en un largo abrazo acompañado beso que irradiaba pasión.
-Mi amor, mi vida, ¿Cómo he podido estar alejada de ti todo este año? Cada día que paso sin ti es como si mil puñales rasgaran mi corazón, estas en mi mente, en mis pensamientos, en mi alma día y noche.
-Me pasa lo mismo y lo sabes pero es imposible no podemos estar juntas, lo que nos separa es más fuerte que nosotras mismas, este día es el que más añoro y espero con deseo que llegue pero no puedo hacer más. Si nosotras nos vamos ¿Qué pasara con ellos?
-Ellos, ellos y siempre ellos ¿Hasta cuándo? Sabes que son unos desagradecidos, no valoran lo que hacemos por ellos.
-Algunos no pero sabes que otros si lo hacen, les acompañamos desde siempre y son muchas las ocasiones en las que nos han tratado como a diosas aunque en otras ocasiones nos odien, mi amor tienes que entenderlos, no es fácil lidiar con todo y menos para ellos.
Se mantuvo callada y cogiendo a su amada de la mano comenzó a caminar en silencio, no quería seguir hablando de aquello pues sabía que no serviría de nada y que al siguiente amanecer se tendrían que separar de nuevo. Cuando llevaban caminando ya un largo tiempo llegaron a un majestuoso árbol centenario, debajo de él había preparado una bonita mesa de pinic con los manjares favoritos de su amada, vio como sus ojos emanaban emoción, le encantaban sus ojos, eran lo más expresivo que había visto a lo largo de su existencia. Comieron entre risas y lágrimas mientras que se contaban las anécdotas de su último año para después tirarse sobre el húmedo césped…
Entre los suaves tintineos de sus risas podían verse unas manos juguetonas que intentaban abrirse camino entre sus vestidos. Un suspiro, un gemido, dos cuerpos en unión donde no existía nada más. Pasaron las horas y sin que apenas se dieran cuenta llego la hora de separarse de nuevo, otro año que se transformaba en eternidad.
-No quiero que te vayas, hay tantas cosas que decir tanto que hacer, cerremos los ojos y corramos, huyamos sin mirar atrás amor.
-De nuevo te suplico que pares amor, sabes que no podemos cada día, cada minuto tenemos un trabajo que hacer.
-A ti te aman por eso no lo entiendes, cuando llegas das alegría, eres una bendición, el primer aliento de un niño, ese suspiro cuando arrancas a alguien de mis manos y vuelve con ellos… pero a mí no, a mí me odian y me detestan.
-¿Te odia esa persona que ya no puede más y necesita descansar? Para el eres esperanza, eres alivio. ¿Te odia ese anciano que te da la mano y te acompaña como una vieja amiga? Todo lo ves oscuro, pero no es así, eres su amiga, su compañera y les acompañas en ese último paseo donde todos son iguales. Además querida, nunca olvides lo complicados que son los seres humanos unos te detestan Muerte y otros lo hacen conmigo la Vida y casi ninguno apreciara el regalo que les damos. Ven dame la mano mi Muerte querida, paseemos juntas antes de la partida.
-Te amo, mi Vida.
-Noelia García
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